Lo sé, han pasado siglos desde que mi hermana se casó, pero es que hasta ahora no había tenido tiempo de ponerme en serio a hacer fotos y enseñaros todos los detalles.
Una de las primeras cosas a las que les ayudé fue a preparar su invitación de boda.
Cuando se pusieron a buscarla no había ninguna que les llamara especialmente la atención o con la que se identificaran, así que me ofrecí a diseñarla y si daba la casualidad de que acertaba, a hacérsela.
Muchas veces cuando vemos todas esas invitaciones bonitas en internet tendemos a pensar que es fácil hacerlo, pero nada más alejado de la realidad. Una invitación es la presentación de lo que va a pasar el día de la boda y aunar los gustos de dos personas no siempre es tan sencillo como lo pintan.
Lo primero que ellos tenían claro es que querían que la invitación tuviera una foto de ellos.
No era lo que yo había planeado, yo pensaba en algo más sencillo, pero era su boda y yo me había ofrecido a diseñar una invitación que hablara de ellos y no de mí, así que me puse a pensar.
Mientras tanto me recorrí todas las papelerías de Helsinki. Compré papeles de diferentes texturas y colores, pero ninguno me gustó tanto como el papel kraft.
Aunque esté de moda, no deja de ser un papel poco "vestido" y necesitaba acicalarlo para la ocasión, así que empecé por diseñar un sello personalizado que hablara de ellos, de la fiesta que querían celebrar.
Me gustan las fiestas con confetti, así que después de aprender a crearlo (sin mucho éxito con la elección de los colores) este fue el logo elegido.
Y nos lo mandaron raudo y veloz así de bien presentado.
Aquí podéis ver más fotos de la presentación.
Decidimos utilizar tinta blanca para estamparlo. La combinación blanco y kraft me parece muy elegante y tengo que reconoceros que me llevé un pequeño chasco cuando aprendí que con una impresora no se puede imprimir en ese color (principiante e ignorante que era una)
Así de festivo, a la par que elegante quedó la parte de atrás del sobre:
Lo de fuera estaba listo, pero nos quedaba lo más importante, la invitación.
Teníamos el problema de encontrar la foto que hablara de ellos y el hecho de que vivamos a unos cuantos miles de kilómetros de distancia no facilitaba la cosa. Seguían sin encontrar fotógrafo y aunque a mí me hubiera encantado hacérselas, la logística complicaba mucho las cosas.
Hasta que se nos ocurrió una cosa, ¿por qué no utilizábamos fotos que ya tenían y con las que ellos se identificaran?
Os presento a Fernando y a Laura y uno de los muchos modelos de su invitación, porque sí, tuvieron muchos modelos de invitaciones diferentes.
Ya hacían buena pareja a los tres años, ¿a que sí?
Las fotos las pidieron a
Moo, una imprenta on-line que se dedica, entre otras muchas cosas, a imprimir lo que quieras en este formato pequeño. Puedes imprimir si quieres una cosa diferente en cada tarjeta, siempre que lo que imprimas en el revés no varíe.
En su caso, eligieron varias fotos de cuando eran pequeños, tratando de que las edades y las situaciones fueran parecidas y en el revés imprimieron sus datos personales. Así nos quitamos de un plumazo el problema de decidir dónde poner su teléfono y su e-mail en la invitación.
Con la tipografía nos pusimos enseguida de acuerdo, pero dimos mil vueltas a la cinta que la adorna. Yo les sugerí una especie de puntilla vintage que combinaba el crudo y el rojo, pero a Fernando no le van las puntillas, así que terminaron decidiéndose por una rafia roja que le daba el punto que le faltaba a la invitación.
Para terminarla , decidieron presentar a los invitados la iglesia dónde se iban a casar. Es una iglesia preciosa, muy pequeña y que actualmente no está abierta al público, así que no estaban seguros de que todo el mundo la conociera. Para orientarlos, imprimimos un mapa dónde marcamos los dos sitios importantes: la iglesia y el restaurante. Estaban unidos por pequeñas pisadas que marcaban el camino a pié entre ambos sitios.
Además, decoramos el interior del sobre con una foto vintage de la iglesia.
Y ya quedó lista para ser repartida.
Tengo que reconocer que me lo pasé pipa diseñándola, así que no quita que siga haciéndolo en el futuro.
Mientras tanto, os dejo con todo el conjunto completo y me quedo con la satisfacción de saber que la invitación era un trocito de ellos y la presentación de lo que luego sucedió. Una fiesta clásica, pero con su toque diferente y sobre todo muy, muy especial.
¡Que la vida os sonría cada día!