Como el invierno no acaba, el frío no se va y el paisaje sigue invariable entre el gris y el blanco, esta semana hemos decidido probar nuevas experiencias y nos hemos ido al cine y al gimnasio.
Hemos, si, en plural. Y no me estoy refiriendo a nosotros personas adultas, no, sino a mí y a mi pareja de baile favorita: el señor Pol.
En muchas ciudades de Finlandia, el último jueves de cada mes, se organiza un Vauvakino (cine para bebés). Las pelis no son para niños, sino una de adultos de las que se estén proyectando en esos momentos. Casi siempre son comedias, eso sí, supongo que pensando en que el tipo de público es mayoritariamente mujeres y en que las escenas no deben de ser demasiado subidas de tono (acústica y emocionalmente).
Las películas, como la tele, son en versión original con subtítulos.
En el cine, la primera línea es finés, la segunda sueco.
Esta es mi segunda experiencia y reconozco que me encanta. El cine, junto con los patrocinadores habituales (marcas de pañales y comida para bebés), pone a disposición de los usuarios juguetes para los niños, microondas para calentar la comida, cambiadores, pañales y todo lo necesario para pasar un par de horas con un montón de bebés de menos de dos años.
Al fondo la mesa con pañales gratis, microondas, cambiador y demás.
Los juguetes, a la vista están.
A la entrada del cine quedan aparcados decenas de cochecitos, que, por supuesto, siguen tal y cómo los dejaste cuando sales de ver la peli. Bueno no, para ser más exactos, te encuentras con una bolsita llena de potitos, papillas o algún otro producto que las marcas estén promocionando en ese momento.
Los niños juegan y las madres ven la peli. Y aunque tengo que reconocer que a ratos pierdes un poco el hilo de la película (toca cambio de pañal o hay que dar de comer al hambriento), en general, sales del cine con la sensación de haber visto la película completa.
Seguro que son las únicas pelis, en que los espectadores se pegan por la fila de delante.
Como a mi hijo le encanta socializar, no sé yo a quién ha salido, el viernes nos decidimos a probar el gimnasio. La clase: Baby Gym.
Perdonen mi ignorancia si es que alguien ya lo ha probado, pero yo me esperaba una cosa más bien light: masajes y gimnasia para bebés, más o menos.
Antes de continuar aclararé a la concurrencia que yo soy 0 deportista. Ya os lo conté aquí y la experiencia del embarazo no ha hecho que la cosa cambiara.
45 minutos de sudar la gota gorda con un niño de 8 kilos en brazos, ha dado como resultado agujetas y dolores en músculos totalmente desconocidos para mi persona. Todavía hoy, dos días después, tengo graves problemas para levantarme de cualquier sitio sin poner muecas y contorsionarme graciosamente.
Pero como soy masoca, me he hecho socia del gimnasio.
Ya lo decía mi madre, que las "idems" somos muy sufridas y, que queréis que os diga, las risas de Pol se oían por todo el gimnasio. No sé si porque le gustaba que su madre le tirara al aire, le colocara encima de su barriga mientras hacía abdominales o porque encontraba muy divertidos los uff, ays y demás sonidos que podía emitir mientras pensaba en qué momento me había enrolado yo en semejante embolado.
Pues eso, que los viernes a las 10:15 de la mañana, me tendréis modelando mi cuerpo serrano. Si de esta no consigo llegar en forma a la operación biquini, bien sabe dios que nunca pasara.
Nota.- Las fotos de este post son malas, malísimas, pero hacer fotos en un cine sin casi luz y teniendo que vigilar a tu niño y a todos los que se le acercan es francamente difícil. Me decidí a ponerlas porque así es más fácil hacerse a la idea de lo que os cuento, pero habrá que seguir aprendiendo. :)