Viniendo de un país, o más bien de una región, en que la Primavera y el Otoño pasan de puntillas, el efecto "colorífico" de este Otoño me mantiene anestesiada para lo que ya sé que vendrá.
Estos colores tan increíbles, te hacen olvidar que son el principio del frío helador, pero sobre todo de la falta de luz y del adiós del sol.
Si, si, estoy segura de que el sol, que es un tipo listo, emigra con los pájaros a lugares más cálidos y nos dice "chao chao", "hasta la vista cocodrilo".
Y aquí nos deja.
Con días interminables en que el cielo es color gris, en los que las luces funcionan desde que te levantas hasta que te acuestas y en los que el hecho de que aparezca un pequeño rayo de luz entre las nubes es considerada una fiesta y una obligación imperativa de salir a la calle y disfrutarlo.
No es que me queje, sólo es que me cuesta acostumbrarme.
A mí, y al resto de los habitantes de este país, que ya andan rezando para que caiga la primera nevada y la sensación de luz inunde la ciudad y sobre todo, ya están soñando con sus vacaciones de invierno, que en este país son casi obligatorias y significa viajar al Caribe, a Canarias o a cualquier lugar donde el astro rey está pasando las vacaciones.
Yo sigo soñando con las mías y cruzo los dedos para que en el país del Sol Naciente, el susodicho señorito no esté también de vacaciones.
