En el parque

Nuestro pequeño ya muestra su propia personalidad. Sabe dónde quiere ir, qué quiere comer y sobre todo, qué no quiere hacer.

Es muy gracioso verle mover la cabeza de una lado a otro mientras repite: no, no, no, no. Supongo que dentro de nada hará lo mismo mientras lo repite en su nuevo idioma de adopción: ei, ei , ei, ei.

Lo que si le gusta, y mucho, es ir al parque. De buena mañana va a buscar sus botas nuevas, esas con las que se anda tan bien, y te las enseña mientras te lo explica claramente en su lenguaje particular.

Si no te das por aludida, gatea hacia la puerta y se queda allí "retrolicando", hasta que abres la puerta. ¡Ala, toda la familia al parque!

Os lo he contado muchas veces, pero aquí hay muchos, muchos parques y es una delicia ir a ellos.

El del Sábado está un poco más lejos que nuestro parque habitual, pero queda cerca de una panadería alemana, así que mientras el niño juega, los papás pueden disfrutar de un tentempié de media mañana.

Además, ahora, después de dos semanas de guardería, tenemos movilidad y seguridad plena. Nada de todo el rato al lado de mama, no. Pol gatea de un lado a otro, se levanta, se sienta. Y sobre todo, juega con todo aquello que tiene ruedas.

¿Veis todos esos juguetes? No son nuestros, no. Son del parque. Están dentro de ese cajón del fondo y cual cueva de los "40 ladrones" esconde cubos, palas, camiones de mil tamaños y hasta triciclos o un garaje de 3 plantas. ¿No os había dicho que es un placer ir al parque?

Y andamos solito, o casi.

En el cole nos dejaron una nota diciendo que ya había dado sus primeros pasos. Por un lado me siento muy triste por no haber estado presente, pero por otro, estoy muy orgullosa de mi hijo aventurero que no quiere ser el único de su clase que no puede correr.

Vamos, mami, nos vamos a los columpios.

¡Son tan divertidos!

Vamos, Pol, es la hora de comer y mamá y papá están cansados. Mañana volvemos.

Vale mami. Mañana más.